sábado, 7 de junio de 2008

Las ganas de salir ileso

Hora: 18 PM. El taxi es una ambulancia y Capital queda varada por los bocinazos y los gritos de auto a auto: “¡Apurate pelotudo!, ¿no tenés luz de giro idiota? ¡Quiero llegar de una vez a mi casa, poné primera¡ ¡Por favor, estoy con chicos, no me hable así!”, contesta una voz femenina, tímida y algo asustada.
Buenos Aires sale de trabajar. Las luces de las oficinas se apagan. Todo es un caos, se alborota la ciudad, los perros dejan de ladrar por una hora, el Subte no da abasto, los piquetes están más vivos que nunca, los baches ya no existen, Corrientes se transforma en la entrada del Central Park, El desnudo de Bulma cuando solo quiere enseñarle las braguitas a Mutenroshi, ya que Goku se las había quitado la noche anterior (no se que es, lo leí en un foro, me pareció gracioso y lo puse acá porque no tenía otro post donde ponerlo), la Presidente comienza a hablar, los del campo…en las rutas, ni se enteran.

Llego a Constitución (no me quiero imaginar lo que es Retiro). Empiezo a caminar por el andén por donde va a descender la multitud que llega desde zona sur. Entonces me preparo para embarcarme en un viaje de lujuria y placer que no llega a ningún lado. Las colas son largas, como si fuesen las 15 hs. en la puerta del ANSES esperando para hacer algún trámite. Tengo los auriculares puestos y la música retumba en mis oídos sin dejarme escuchar la venida del tren tan ansiado por todos.
Me quedo paradito en el medio de toda la gente que está desesperada por adueñarse de un lugar. La postal es tétrica: en la cara se les refleja un hambre voraz, realmente me quedo perplejo por tanta intensidad. El tren para y antes que las puertas se abran ya están todos al acecho. Los que quieren bajar, no bajan, no los dejan los que quieren subir, puede más la ansiedad. Reconozco que más de una vez se me pasó por la cabeza meterme por alguna ventanilla abierta y arrebatarle el lugar al que estaba formando la fila antes que yo.

Los que quieren subir parecen seres convertidos en “Alex”, de la Naranja Mecánica, luego de haber recibido el tratamiento Ludovico y volver a escuchar la Novena Sinfonía. El efecto del “ruido tren” es inquebrantable. Hasta que un tipo cansado por no poder descender del vagón, dice a grito pelado:
-La puta madre, déjenme bajar, por favor!
-¡Bajate y cállate mogólico!- la respuesta.
Dos personas casi llegan a pelearse por no poder bajar ni subir al tren, llegan después a sus casas con los cables pelados y vaya a saber uno que hacen:
-Este tipo es violento, golpea a cualquiera, imaginate lo que le debe hacer a la familia, murmura una señora encorvada con los años encima pegándole en las piernas.
Espero a que suban todos, recorro los vagones buscando algún lugar donde apoyarme y que no se me pegue la transpiración de las personas y me quedo quieto, con los auriculares reproduciendo un tema que me saqué de la locura vivida en todo ese trayecto. El clímax ideal lo alcanzo cuando llego a Lanús. Ya está, se terminó mi odisea por el planeta caos. De vuelta a casa. No quiero ni Showmatch, ni las pelotudeces de Karina Jelinek, ni informes de Chiche Gelblung, ni ver la cara de Majul, ni de Feinmann, ni nadie de C5N y menos la del Beto Casella. Quiero paz, la que no tuve en ese viaje. Ya no hay embotellamientos ni personas refunfuñando.

Este es el ritmo frenético en el que vivimos todos los días en nuestra vuelta a casa. Los que van a Belgrano lo viven de una forma, los que van a Ciudadela de otra, los que van a Morón de otra, y lo mismo para los de Hudson (me gusta pronunciarlo “Hadzon”).

¿Por qué todos están tan desesperados, señores?

5 comentarios:

★Carlos Becerra★ dijo...

Denis:

Soy argentino, era de Parque Leloir en la zona oeste, allí viví durante veintitrés años, y un día me fui del que tu llamas "Planeta caos" . . . te digo, no usaba transporte publico nunca, y poco influía en mi vivir la política, las aglomeraciones, los tumultos, los alborotos, o los ladridos de los perros.
Todo eso lo veía, pero de lejos, siempre pertenecí a esa clase argentinos que vivían bien, ojo no a cuenta de nadie, yo era de una familia "pudiente", había recibido una buena educacion, era procurador, tenia también un negocio de accesorios automotor, la que era mi esposa era contadora y también tenia una fabrica de accesorios, en fin Denis, lo que se dice una buena vida.

Pero ya con un infarto y cuarenta y un años me fui . . .
Montreal (un año), New Orleans (un año), Miami(3 años), Vigo (un año y medio), Castelldefels (1 año), Cervelló (2 años), y ahora llevo 8 meses en Melilla.

Los diez años mas intensos de mi vida, siempre seguí con la tónica que tenia en Buenos Aires de vivir bien, yo no me fui por falta de trabajo, o falta de dinero, yo me fui pues así lo quise.

En esta década sufrí dos infartos mas, tuve unas diez parejas, sufrí y goce, ame y odie . . .

Denis, yo no extraño Buenos Aires, añoro entrañablemente a mis hijos, pero a ellos les va muy bien y viven en un sistema que les permite gozar de una calidad de vida excelente . . . cuando esa lejanía de ellos se me hace insoportable nos juntamos en París, Madrid, Londres, Miami, o donde sea y pasamos cuarenta dias ( lo que da el pasaje) a lo bestia, comiéndonos de alegría y pasión, ellos me quieren bien, y han tenido que aprender a entender mi locura.

Aqui, o en todos los lugares donde he estado, uso aquella buena educacion recibida, hablo 5 idiomas, y escribo ( cuentos, poesias, ensayos, narrativas poeticas ) tengo un agente, el se ocupa de venderlos, y todos felices.

Jamas volví a Argentina, conozco treinta y dos países del planeta y tratare de sumar muchos mas, hace dos años y medio que estoy en pareja (todo un record en la ultima década), Isabel es una bellisima persona, esta a muerte a por mi . . . supongo que esta unión sera duradera, y por que no eterna.

Pero hoy, debido a un mensaje tuyo en un blog mio, te encontré . . .

Has traído a mi memoria nombres olvidados (Corrientes, Constitución, Retiro, ANSES, Gelbrum, Lanus, Morón, Majul, etc).
Y palabras que hace mucho no escuchaba (yo no me relaciono con argentinos en el exterior) (pelotudo, Subte, mogolico, piquetes, etc).

Y Denis . . . te lo digo en serio . . . me hiciste llorar.

Tu relato es estupendo, era fácil sentir los sonidos, olores, y sensaciones que vivías.
Gracias por haberme traído a ese Buenos Aires tan autóctono y verdadero.

Denis, el camino a mi blog ya lo conoces, y si quieres saber algo mas de mi vida entra en:

http://www.palimpalem.com/1/CarlosHugoBecerra/index.html

Gracias nuevamente por el regalo que me hiciste escribiendo este post.
Atte:

CarlosHugoBecerra

Fabián Aimar (faBio) dijo...

Vay día en Buenos Aires.... yo siempre fuí un chico de Provincia, de ciudades del interior... en Argentina de santa Fe, aquí viví en Tenerife (Isalas canarias) y ahora en La Coruña... las grandes ciudades: Buenos Aires, New York, Madrid (que son las que conozco) sólo para pasear... para ser turista.
Me mata ese ritmo ifernal que describes... por cierto, me encantó la manera de encararlo... muy bien escrito.
Pero creo no podría, soy de pueblo... esas situaciones que describiste me matan.
Un abrazo
faBio

Gonzalo dijo...

No sé por qué, pero el hacer ese recorrido todos los días no logra que deje de aterrarme el kaos de esta ciudad.
Yo viajo a mi casa en el San Martín, que sale de tu tan temido Retiro. Y hacés bien en temerle a Retiro: la basura que se acumula en la boca del Subte lleva días ahí sin que a la municipalidad se le mueva un pelo. Mientras, un tipo con una sola pierna pide algunas monedas al lado de la mugre.
No pasa un dia sin que me pregunte qué carajo hago acá, por qué no me voy a vivir a otro país o me hago mochilero y vivo de lo que la gente me dé. Supongo porque me moriría de hambre...
Creo, sin embargo, que no todo está perdido. Hoy un taxista me cobró un peso menos de la tarifa por llevarme a Primera Junta desde Nazca y Rivadavia. ¡Imaginate! ¡Un taxista regalando plata! El hombre me dijo que la generosidad haría que la gente viviese mejor. Tiene razón.
El mundo se está volviendo cada vez más loco, y nosotros vamos a la cabeza... ¿se entiende? Un abrazo!

Denis Fernández dijo...

Carlos Becerra:
acá en Argentina, uno puede estar en buena o mala posición económica, pero la calle es igual para todos. La locura está ahí a la vista.
Gracias por tus palabras, siempre es bueno recordar coasas del pasado. Imagino que estando tan lejos como lo estás vos, se hace difícil volver a querer pasar estas cosas.
Saludos a la distancia!

Fabio:
esto que relato es algo que no se soporta. Mi malestar no es con el servicio que brinda la empresa ferroviaria, sino con la actitud frenética de la gente, que hace que todo sea más difícil de llevar. Vivir todos los días con lo mismo, se hace espeso. Me gustaría convertirme en turista y asombrarme por un rato.

Saludos grandes!

Gonzalo:
para que no todo esté perdido, todavía nos queda recorrer un gran camino. Uno muy largo, donde dejemos atrás el egoísmo, la parcialidad, las malas costumbres, los malos tratos, etc.
Creo que olvidándose de todo y perderse por un tiempo sería una solución. Hay que ver que pasa cuando volvés, ojalá todo haya cambiado.

Saludos!

la niña z dijo...

Cuando vivía en San Martín viajaba todas las mañanas en el trayecto San Martín-Retiro del ferrocarril Mitre. Era popular en la facultad en ese entonces por mis llegadas tarde. Es que no me resignaba a tener que empujar gente para subir al tren. No podía, no iba conmigo. Y ahí me quedaba, en el andén, rogando para poder subir al próximo sin tener que ejercer ningún tipo de violencia, sin portarme como un animal carroñero por algo que el Estado debería garantizar: que un servicio público funcione bien y para todos.
Hoy vivo en Belgrano, y aunque cambié el tren por el subte, las esperas de más en el andén siguen siendo las mismas.
Envidio sanamente tu esperanza de que el futuro mejore. En serio.