martes, 3 de junio de 2008

Colón, Colón...y su hijo Cristobalito


Fuente: www.tareas-ya.com. Uní a Cristóbal con mucha tinta.

Si el descubridor de América reencarnara en un ser mortal y viera su nombre grabado en un cartel identificativo de una calle en Argentina, donde dos realidades totalmente opuestas se cruzan cada segundo, ¿hubiese emitido algún signo de protesta? Dudoso.
Así como las carabelas al mando del “Marino Colonizador” chocaron con hombres primitivos e ignorantes -en su llegada a la por entonces desconocida América-, hoy, en un punto disimulado de la Ciudad de Buenos Aires, esa antigua imagen parece repetirse.
En el barrio de San Telmo se hace honor a la figura de Cristóbal Colón. HONOR con mayúsculas, sí. Honor en todo el sentido de la palabra: Honor con H de Hombre, con H de Hipocresía, con H de Hartazgo. Un honor bastante desgraciado, con valor altanero.
Honor, la misma palabra que rima con dolor, horror y terror. Un juego de palabras apocalíptico –como aclararía Umberto Eco-, que no tiene barreras. Sus límites se perdieron en los trágicos años 90’ donde muchas almas perdieron su cielo, y más que nada, su dignidad de ciudadanos.

En Paseo Colón, la calle que atraviesa el barrio cercano a la Ribera, cerca del “conventillo de la Paloma”, las dos realidades tildadas en el primer párrafo tienen su punto de intersección. Más precisamente, en Av. Paseo Colón 1047, una gran concesionaria BMW abrió sus puertas hace aproximadamente un año. En su puerta, alrededor de 10 “personas en situación de calle” –cómo las llama el poder público-, duermen cada día entre colchones huecos, mantas agujereadas y paredes hechas con la caja de cartón de algún plasma de 42 pulgadas.
Ahí donde el tráfico es intenso en las horas pico, donde se forman largas colas para retirar un documento de identidad, dos realidades de vida distintas amanecen de la mano y apagan su malgastada visión cuando se cierra la noche.
Les enmarco la situación: Mario, que perdió su casa y su trabajo con la privatización de una empresa chaqueña hace más de 10 años, despierta con un rayo de sol que se mete entre sus párpados y le impide seguir soñando con una casa de tres ambientes, el café servido junto con las tostadas que su esposa preparó con tanta dedicación, los hijos preparados para ir al colegio, y el perro que espera pegado a la puerta para que lo lleven a pasear (si es un sueño, lo hago a lo grande. Lo único que falta es que no pueda soñar).
Mario ya despertó. Esa luminosidad que le quitó el descanso no viene sola. Entre sus partículas invisibles hay recuerdos, no de plena felicidad, pero si más prósperos que su presente en la calle. En un abrir y cerrar de ojos, ese brillo se apaga. Un camión semi ZE acaba de estacionar delante de su precario hogar. Abre sus puertas traseras y descienden –cómo si se manejaran solos- los dos últimos modelos de Coupé deportiva de BMW con un precio superior a los u$s 40.000.

Mario se queda atónito ante la grandeza de esos rodados y se imagina arriba de uno. La imaginación se desvanece cuando Mario se acuerda que todavía no llevó a vender los cartones que recolectó la noche anterior, y que tiene que darle algo de comer a su nene de 3 años y medio. Todo vuelve a la normalidad en la Av. Paseo Colón y en la vida de Mario.
Así, de la misma forma en que esos imponentes y costosos BMW bajaron del camión, los caballos con los “soldados” de Cristóbal Colón bajaron de la Niña, la Pinta y la Santa María en el S. XV ante la mirada atónita de miles de indígenas.
Unos poderosos bajan. Otros, los miran descender desde abajo con una perspectiva distinta. Uno de los indígenas podría haber sido Mario, y Mario, uno de los indígenas. Dos situaciones similares, en distinto tiempo y lugar, como si el pasado y el presente se fusionaran desequilibrando la realidad.
Sin embargo, hay una diferencia de base muy importante: los indígenas primitivos, al ver a las carabelas desembarcando en la costa quedaron confundidos, ya que no sabían de que se trataba lo que estaban viendo. Hasta creyeron que los soldados arriba de los caballos eran un ser único, con torso de hombre y patas de animal, algo así como el Minotauro. Quizás habrían leído algo de mitología griega. (estoy siendo totalmente irónico).
Igual que en esta situación de confusión pudo haberse sentido Mario al ver los últimos modelos de la marca alemana.

Entonces, ¿qué pensaría Colón si viera que en una calle que lleva su nombre cobran vida estas imágenes?¿Lo mismo que hizo cuando llegó a América? ¿Qué haría si lo viese a Mario y su dolor? ¿Le daría la mano para ayudarlo a levantarse? ¿O lo miraría de reojos detrás del cristal polarizado de su nuevo BMW, pensando en que hacer para civilizarlo?

5 comentarios:

Germanico dijo...

Que buen post! Una evocación muy buena.

Creo que es la conquista económica vs. la conquista de antaño, de los conquistadores (que fue económica también). No se si estaría satisfecho con el mundo que descubrió si lo viera hoy. Los 90 largaron un montón de gente a la calle, y es un fenómeno triste, muy presente pero que a nadie le quita el sueño ni ha mereceido un análisis profundo.

Saludos

Denis Fernández dijo...

La década de los 90´marcaron también la desaparición de ramales de trenes que viajaban a los pueblos de todo el país que hoy están prácticamente abandonados, sin conexión con las ciudades capitales.

Germanico dijo...

Cierto. No la considero una uena decada. Sobre todas las cosas nos ha dejado su individualismo.

Saludos

Stultifer dijo...

A veces, desde España, pensamos por qué Colón no se quedó quietecito en su casa y no lió la que lió ni conquistó e invadió con malas artes. Culpa de los Reyes Católicos que bucaban en esos viajes riquezas personales.

Anónimo dijo...

hola