viernes, 23 de mayo de 2008

Surtidores de la espera: una pérdida de tiempo




El tiempo productivo en la rutina diaria de una persona cada vez es más valioso, ya que para cualquier cosa que uno quiere hacer, hay que esperar el doble de lo pensado. En Buenos Aires ya no es grato ni parar a comprar en un kiosco, ni sacar plata de un cajero, ni cargar nafta (ni hablar si lo que hay que cargar es gas). Y no me refiero solamente a Capital Federal, esto también pasa a menudo en el Conurbano bonaerense.
Hace dos meses, Critica de la Argentina difundió un informe en que detallaba que una persona que vive en el conurbano pierde 400 horas al año en ir y volver de su casa al trabajo. Lo que no divulgó este informe es cuánto tiempo pierde uno comprando, sacando plata del cajero o cargando nafta.
La realidad es que hacer este tipo de cosas y muchas otras se torna cansador, más cuando uno termina cansado por el trabajo o cuando viene de mal humor por x motivo. Hoy me pasó algo que me terminó de cansar. Y no crean que estoy "luchando por alguna causa injusta", como diría algún periodista al que después apuntan de "golpista" (Moyano Bis). Cristinita, Cristinita. Yo no voy a señalar ni a una empresa, ni alguien en especial, pero es algo que le pasa a mucha gente.
Salí de mi trabajo -tarde-, y tenía que ir a la facultad -tarde-. Ups, no tenía nafta. En ese momento ya tiré una puteada. Creo que fue para mí, pero quizás alguno se la atribuyó. Llegué a la estación de servicio más cercana, una muy grande de "sólo tres caracteres", donde hay apróximadamente 5 surtidores. Pero con el pobre dato de que hay 2 playeros nomás. La cola era interminable, siempre es así, vayas en el horario que vayas. La cuestión es que tuve que esperar 15 minutos de reloj para que me cargaran nafta y poder seguir camino.
A muchos le puede parecer poco tiempo, pero mirando cómo los playeros hablan y se ríen mientras vos estás como un nabo esperando sentadito frente al volante, jode bastante. Si te podés tomar un té en 5 minutos, en 15 te comés un asado con achuras. Y 15 minutos, parecen 2 horas.


El momento de la fricción. Exactamente 15 minutos de puro reloj.

Me terminé pudriendo. Me fui caliente, llegué tarde a la facultad. Y todo sigue igual. Lo que me indigna es que siendo una de las empresas líderes petroleras del país a la que le compré mi combustible, y por el precio que tuve que pagar, me hayan hecho esperar tanto.
El tiempo vale oro. Y a mí hoy me lo robó un surtidor.

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