martes, 22 de abril de 2008

Verlos sin vida, duele

Creer en sueños y añorar un pasado fructífero, a veces hace que uno se golpee con la primera pared con la que se cruza. No todo sale cómo uno quiere, menos cuando nuestro país está en las condiciones en las que está. Caminar por las calles porteñas se convierte en un duro trabajo. Esquivamos pozos, calles rotas y caños que pierden agua (no siempre es totalmente potable).
Pero el gran problema que aqueja a esta ciudad no es pura y exclusivamente "de infraestructura". De este discurso se jacta cada Jefe de Gobierno que asume, para repcochar la gestión de los funcionarios anteriores. Y que a nadie le extrañe que esto siga, y siga siendo así.
Retomando, el problema más grave de las calles (originada a partir de la seguidilla de privatizaciones del Dr. Menem en la década de los 90') es el "factor humano". Me refiero a las personas que viven en la calle, que no tienen donde acostarse a dormir, que no tienen siquiera un plato con comida, que no tienen forma de asearse, que viven entre la miseria. De eso están nutridas nuestras calles. Las calles de una ciudad de pobres corazones, como dice Fito. Una ciudad desamparada.



Juanito Laguna, de Antonio Berni, un chico de la calle.

Mientras unos disfrutan de un rico sushi en Las Cañitas, otros piden la sobra de lo que queda en un hogar. Y no hablo desde ninguna postura política, no hace falta decirlo. Por que diga esto no quiere decir que sea medio zurdito y que la clase alta me moleste, al contrario. Trato con ella constantemente. Sólo repito que me duele ver nuestra situación. Más de 3.000 personas sin vivienda, con su colchón sucio abajo de un puente, da verguenza. Y el turismo?
Corresponde ser nobles y asumir que en algo nos equivocamos...todos, desde cada una de sus actitudes. Muchos cuestionan a las personas que le dan limosna a la gente que vive en la calle. Dicen que alimentan la delincuencia, que metros más adelante nos terminan asesinando por una moneda (que hoy no alcanza ni para comprar un alfajor). Pero, pensar de esa forma no nos lleva a nada.
Del otro lado están los que te putean porque le subís la ventanilla del auto al que te viene a limpiar el parabrisa. Ahora, si te pasan la monedita por toda la pintura del auto, porque vos le cortaste el rostro, son unos delincuentes. Está claro que los que se ganan la vida limpiando vidrios, no son nenes de mamá, no? Igual, reitero, no hace falta decirlo. Pero a veces, uno no es justo ni injusto.
La vida en la calle está cada vez más peligrosa. La Ciudad de Buenos Aires, con el Obelisco, el Puente de la Mujer, el barrio de Recoleta, los edificios de Puerto Madero, las angostas de Palermo Viejo, el ancho de la 9 de Julio, monumentos por doquier, Belgrano y hasta Caminito, hacen de una Metrópolis distinguida en el mundo. Inversionistas, empresarios famosos, genios de la literatura, y hasta la Antorcha Olímpica, nos eligen. Pero el fantasma de una ciudad desamparada nos acecha. Nos estamos agachando ante nuestra propia historia. Todo es muy lindo, pero si nos creemos siempre el mismo cuento, al final el lobo nos va a cagar y nos va a comer los chanchos. Y nos va a doler.

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